Cada vez más oscura,
cada vez más clara.

El pasado, presente


I;

Martes 30 de marzo de 2010
Filosofía y lenguaje
¿Cuál es la verdadera naturaleza del conjunto de signos que articulados conforman la lengua?
Resulta sorprendente que siendo ella un producto social, impida a los seres humanos lograr lo que inmediatamente aparece como su cometido: la comunicación.

En efecto, si reconocemos con Wittgenstein que " 'imaginar' un lenguaje es 'imaginar' una forma de vida", habiendo infinitas experiencias, y peor aún, infinitas diversas experiencias únicas, irrepetibles (que además, no permanecen en el tiempo) ¿no constituye una aspiración jactanciosamente utópica pretender que la lengua, particularmente en la era de la posmodernidad, sea un nexo social a partir del cuál logremos comunicarnos?

Y acaso, siendo la realidad un devenir constante ¿podemos realmente decir algo sobre ella?
Recordemos a Crátilo, discípulo consecuente de Heráclito, quién sostiene que dado que no puede existir un juicio verdadero sobre algo que está siempre cambiando, uno no debería decir nada, sino tan solo mover un dedo, tal como lo hace la certeza sensible hegeliana.
Es que al utilizar la lengua lo que hago es suponer una estabilidad, algo que inevitablemente permanece. Entonces cuando la ejerzo, comparto una adhesión involuntaria al principio de no contradicción y permanencia, adhesión que no es consistente con la naturaleza verdadera (cambiante y contradictoria) de las cosas.
Pero sabemos ya, que el cambio o devenir supone la existencia de algo que al mismo tiempo permanece. Si así no fuera, sería imposible registrar el cambio.
Sin embargo, ello no resuelve el problema de la relación entre el lenguaje (una estructura que sincrónicamente debe ser estable para poder desplegarse en un momento  determinado) y la naturaleza de las cosas (que poseen una estructura inherente y permanentemente cambiante)

¿Entonces?

En realidad sucede todo lo contrario a lo que pareciera:

Sin la imposibilidad de comunicarnos, el lenguaje no podría existir ni haberse desarrollado nunca; el lenguaje es falta de comunicación: ¡Es que si estuviera todo dicho y comprendido por todos, ya nadie diría nada!

De la misma manera, si el conocimiento no estuviese de movida vedado para el hombre, conocer sería imposible. ¡Es que no reflexionamos en profundidad sobre lo que ya conocemos y entendemos (o creemos entender) tan claramente!

Y aquí es cuando podemos decir con Wittgenstein que "Lo importante para la filosofía es aquello que no puede articular" o bien, la filosofía existe, porque la naturaleza de las cosas no se puede penetrar a través del conocimiento.
¿Que sucede cuando lo imposible se vuelve posible? la filosofía se retira. Y además, lo hace llena de esperanzas.
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Sobre Ludwig Wittgenstein
Paola Bon1 comentarios 

II;

Domingo 2 de mayo de 2010

La escritura

A todxs nos  pasa alguna vez ó cada tanto:

Día plagado de oscuridad. Abro un libro en una determinada página al azar y encuentro una luciérnaga:

A.4.8 Escribir

Al tratar de los tropos y las figuras (libros VIII a X), Quintiliano funda una primera teoría del escribir. El libro X está dirigido al que quiere escribir ¿Cómo obtener la facilidad bien consolidada, es decir, cómo vencer la esterilidad congénita, el terror de la página en blanco (facilitas) y cómo, pese a ello, decir algo, no dejarse llevar por la charlatanería, la verbosidad, la logorrea (firma)?
Quintiliano esboza una propedeútica del escritor: Hay que leer y escribir mucho, imitar los modelos (hacer pastiches), corregir enormemente aunque después de haber dejado descansar lo escrito, y saber terminar. Quintiliano comenta que la mano es lenta, el pensamiento y la escritura tiene dos velocidades diferentes, es un problema de raíz surrealista: ¿cómo obtener una escritura tan rápida como ella misma?; ahora bien, la lentitud de la mano es benéfica; no hay que dictar, la escritura debe permanecer ligada no a la voz, sino a la mano, al músculo: instalarse en la lentitud de la mano: nada de borradores rápidos.

Roland Barthes.
La aventura semiológica.
Paidós, 1985.

¿Estaremos transitando hoy, igual que otrora, un tiempo de silencio verborrágico?

¿Será que hoy el show mediático también habita en los poros de la escritura?

¿Será que hoy cualquier sensación de imposibilidad para decir a través de la grafía, postula una rebelión contra ciertas expresiones porno-gráficas? 

¿Qué es escribir?

Entiendo por escribir, al arte de decir a través de las palabras  lo que las propias palabras instituidas nos impiden expresar. 
Escribir es buscar romper con La  Palabra.  ¿O acaso la palabra es neutra? ¿Acaso ella es como el cuchillo que se puede usar para cortar una manzana o una persona? No. La palabra es inherentemente ideológica y poderosa. Ella me reprime, me obliga a ejercer su código,  me somete a sus propias reglas.
Yo solo puedo jugar con las palabras adecuadamente para producir un sentido.
Por eso la palabra me limita, me censura. 

La palabra de moda junto con sus autores  se instala y moldea cerebros. Luego la moda pasa, las palabras quedan  y se  abarrotan alimentando permanentemente la confusión. 
Por eso, la palabra me tergiversa.

La palabra es capaz de producir en mí la fantasía de que yo crea que cuando digo algo, eso que digo es lo que verdadera y unívocamente quise decir [1].  Por ello la palabra me miente.

Y cuando digo lo que creo que quería decir y luego el dialógo [en sentido platónico] [2] me ayuda a encontrar el error, vuelvo a las penumbras nuevamente. Por eso, la palabra es deprimente.
¿Será que la palabra es inherentemente aporética? 

Pero ella también nos da una esperanza: A través del juego de la escritura, descubrimos sus trucos.
Y así, a partir de (al parir) este nuevo saber podemos jugarle una mala pasada. ¿Cómo? Así: 

Tergiversando a la palabra. Poniéndola a la altura de nuestra verdadera necesidad y por lo tanto, a su propia altura. Liberándonos de La Palabra con la propia palabra y al hacerlo, liberando a La Palabra misma, porque ella fue creada para que podamos ser (léase: expresarnos). Porque ella fue creada para romper con ella misma, para trascenderse de manera permanente.  Para contradecirse, siempre.
Entonces yo quiero refutar a La Palabra (es decir, refutarme) de la única manera en que eso se puede hacer: conociéndola  y recreándola.  Sólo a condición de realizar aquellas dos acciones, podremos transformarla (y entonces, transformarnos en algo que se adecue más a nosotros mismos).

Eso, no otra cosa, es escribir de verdad y sobre la verdad. 
Quizás se identifique en esta definición que se brindó sobre "el escribir" un objetivo demasiado pretencioso. Ciertamente, lo es. 
Sin embargo, la jactancia de esta pretensión, no convierte a aquello que se pretende en algo menos necesario para nosotrxs, quiénes por algún motivo anhelamos la escritura.  

Otrxs encontrarán en esta propuesta un objetivo tan posible como obvio. Quizás, porque hasta ahora nunca tuvieron que enfrentarse a la página en blanco.

Por hoy, la luciérnaga -con cierta sensación de error y falta de certezas- se fue,  experimentando cierta calma, a través de la ventana.


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[1] "El que atrape la ignorancia, dices,  opinará falsedades [...], sin duda no considerará que sus opiniones son falsas [...] sino que son verdaderas y, como si supiera, se dispondrá respecto de lo que incurre en falsedad". Platón. Teeteto, 200 a 3-5.


[2] Esta idea, implica sostener una posición anti-relativista. Pues, si el hombre/mujer fuera medida de todas las cosas (o planteado en términos posmodernos: si la verdad fuera relativa a cada sujeto) entonces el diálogo no tendría sentido a los fines de identificar el error, puesto que una postura relativista sostendría que ningún/a otro/a tiene la potestad de refutar mi parecer. Al contrario, un/una relativista sostendría que la propia creencia respecto de la calidad del propio estado cognoscitivo es garantía suficiente de certeza.

Sin embargo, sin salirnos de los límites de la individualidad, se podría pensar en la existencia de un/a "otro/a" interno/a, y por lo tanto, en un diálogo interno, es decir, en la actividad de pensar, lo cuál significa que la idea expresada en el cuerpo principal del presente texto acerca del diálogo como forma de identificar el error, no es necesariamente anti-relativista. En efecto, es el "diálogo interno" ó la contradicción interna la que podría hacer comprender al sujeto en cuestión, su error.

Pero debemos dar una vuelta más: Acaso ¿la condición de posibilidad de la existencia de un diálogo interno, no es el diálogo con un otro "físico" distinto de mi persona?

Sin lenguaje no hay pensamiento. Y el lenguaje es, necesariamente una práctica social, lo cuál equivale a decir, que sin diálogo "externo" (en el que se realiza y desarrolla la práctica del lenguaje) el diálogo "interno"  (el pensamiento) sería imposible.

Asimismo, aunque pudiera pensarse en la posibilidad de un diálogo interno que pudo desarrollarse con independencia del diálogo externo, dicho diálogo interno es pensable desde la óptica relativista, como un diálogo entre dos personas distintas que no se contradicen entre sí, y por lo tanto, nunca será posible llegar al reconocimiento del error.

Por lo tanto, efectivamente: la idea de que el diálogo es el que nos ayuda a identificar el error, supone una postura anti-relativista.

Aún más, el relativismo anula la posibilidad del error mismo: Todos desde nuestra óptica, tenemos la razón. Y no tiene porqué pensarse que en este caso las distintas razones puedan llegar a  ser contradictorias, si los sujetos que intervienen se reconocen como distintos (yo soy distinto que otro -diálogo externo-; yo soy yo y otro distinto de ese yo -diálogo interno-) y por lo tanto, como teniendo distintas percepciones a cerca de una cosa que ni siquiera ella permanece idéntica a sí misma.  
Este es un claro ejemplo, a cerca de cómo la palabra suele contener en ella, más de lo que a primera vista parece querer decir.  El uso de una expresión x, suele implicar ni más ni menos  que nuestra concepción acerca del mundo, y por lo tanto, suele denunciar la manera en que efectivamente nos relacionamos con las cosas. La palabra muestra y a la vez oculta.-

III;

Jueves 22 de julio de 2010


Encomio del amor propio
[Papá y mamá están adentro: son vos]


No hay algo así como un tal otro que pueda regalarte tu propio perfume, o la dosis de pasión que hace falta para enfrentar nuestra cotidianeidad. Tampoco hay algo así como un otro capaz de descifrar qué necesitas y en qué medida, sin que al mismo tiempo se equivoque siempre un poco más que vos. No hay tal cosa como una paz exterior capaz de reemplazar la que potencialmente llevamos adentro. Tampoco la compañía más maravillosa del mundo, reemplaza esa presencia interna que nos capacita para estar en soledad sin sentirnos solos. Se trata de descubrir ese escondite universal en nosotros, el que nos une inevitablemente al resto de la humanidad sin pedirle ningún permiso. ¿Tus errores? son parte de tu crecimiento siempre que puedas reconocerlos [1]. Entonces no te lamentes eternamente por ellos. Y ese amor que das, o diste alguna vez, o que simplemente sentís sin poder dar a conocer, nunca dejó de ser tuyo. Eso te hace grande, muy grande. No te olvides.

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[1] "Como consejo le diré que hay que ser fatalista en sentido positivo si se quiere ser fatalista y no preocuparse tanto por el correr inútil de los días y algún fracaso de cualquier tipo, lo difícil es detener los días y eso es lo que Ud. quiere hacer llorándolos uno a uno. Si mira uno o dos años atrás verá entonces los adelantos que ha hecho".



Aquí va un soldado de América. Carta del Che Guevara a Tita Infante.

Guatemala, Marzo de 1954.



IV;

Jueves 9 de diciembre de 2010 


Sin título

Mi otro yo convoca una asamblea.
Orden del día: Hondura de la escisión.

Una vieja arrugada 
se pasea en mi ombligo terso.

El rey está vestido.
¡Muerte al rey!

Tus desbigotes Macrieos
me producen asco.

El hippie de cabeza invertida
me hace un guiño con la boca erógena,
mientras el ignoto trajeado quiere lamerme
con ambos ojos imperfectamente orbitados.
Noto que me deseo.

Abstrayéndome de todo excepto de las palabras que eligió excluir, penetro en el discurso de Andrés.
La lengua es fálica.

Todos los días alguien muere cuando sale el sol. O todos los días sale el sol cuando alguien muere.

Adivinanza: 
Redondo, redondo, barril sin fondo.  ¿Qué es?
El ojo del espíritu humano. 

Tus creaciones del pasado inspiradas en mi nombre fueron quemadas; era necesario el fuego. Sólo así alcanzaríamos nuevos instantes felices

Ana toca todos los días una melodía secreta distinta en su mente; las piezas se le descomponen y así se transforma.
Comparado con ella, un pájaro celeste es reaccionario.

La violencia azul ya no es de goma, sino de plomo.
Alguien pronostica que mañana será de zinc. 
Las balas también tienen una historia que los químicos grabarán en un tríptico.

Un paranóico le dice a una histérica: "Cuidado con ese hombre"; la histérica se siente fascinada; se conectan.

El mundo es una pupila perdida de un Dios-Pez mutante que nos amenaza con reencontrarlo. 
"Cárcel a Dios por todo el mal que hizo".



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