Cada vez más oscura,
cada vez más clara.

sábado, 29 de diciembre de 2012

Gogol III

Supongamos una oficina, no aquí, se entiende, sino en el fin del mundo. Observemos al jefe de esa oficina. Veámoslo reinar en el medio de sus subordinados. Nos quedaremos mudos de terror. Su rostro respira nobleza, orgullo. ¡Dios sabe cuántas cosas más! ¡Podría servir de modelo para un Prometeo! ¡Qué majestuoso talante! ¡Qué imponente paso! Se diría un águila. 

Pero en cuanto sale del despacho, con unos papeles bajo el brazo y se dirige al del Director, el águila  se torna perdiz. Si se encuentra en sociedad entre personas de menos categoría, Prometeo sigue siendo Prometeo. Pero si por ventura hay entre ellos alguno de categoría algo superior, nuestro Prometeo sufre una metamorfosis que el mismo Ovidio jamás hubiera inventado. Se convierte en mosca, en menos que mosca, en un granito de arena. <<¡No es Iván Petrovich!>> , diréis al verlo. << Iván Petrovich no sonríe jamás. Es un hombre de aspecto importante y que habla fuerte. En cambio este mequetrefe ríe sin cesar y pía como un pajarito>>. Pero acercaos y reconocerás a Iván Petrovich.

<<¡Eh! ¡Eh!>>, pensaréis. 

Almas muertas


Gogol II

El inglés revela un gran conocimiento del corazón y de la vida. El francés brilla con ligereza de chispa, pimpante, efímero. El alemán parece rumiar  eternamente frases alambicadas de sentido crítico. Ninguna palabra brota tan espontáneamente del corazón, ni hierve, ni tiembla de vida tan intensa como una palabra rusa sentida de verdad.

Almas muertas

Gogol I

La dama noble bosteza ante un libro sin terminar de leer, en espera de un visitante agradable ante quien poder lucir su ingenio y expresar sus ideas estereotipadas. Y estas ideas, las de moda durante una semana, no se refieren a sus asuntos, en grave riesgo por su ignorancia completa de la realidad, sino que versan más bien sobre el golpe de Estado que se espera en Francia, o sobre las últimas tendencias del catolicismo mundano. Pero ¡Sigamos, sigamos! ¿A qué vienen estas reflexiones?...¿Y por qué en momentos de alegre despreocupación  sentimos que la tristeza nos invade sigilosamente? la risa se hiela en nuestros labios. Nuestra cara se pone seria y de pronto nos vemos distintos de nuestros compañeros.

Almas muertas