Cada vez más oscura,
cada vez más clara.

sábado, 29 de diciembre de 2012

Gogol III

Supongamos una oficina, no aquí, se entiende, sino en el fin del mundo. Observemos al jefe de esa oficina. Veámoslo reinar en el medio de sus subordinados. Nos quedaremos mudos de terror. Su rostro respira nobleza, orgullo. ¡Dios sabe cuántas cosas más! ¡Podría servir de modelo para un Prometeo! ¡Qué majestuoso talante! ¡Qué imponente paso! Se diría un águila. 

Pero en cuanto sale del despacho, con unos papeles bajo el brazo y se dirige al del Director, el águila  se torna perdiz. Si se encuentra en sociedad entre personas de menos categoría, Prometeo sigue siendo Prometeo. Pero si por ventura hay entre ellos alguno de categoría algo superior, nuestro Prometeo sufre una metamorfosis que el mismo Ovidio jamás hubiera inventado. Se convierte en mosca, en menos que mosca, en un granito de arena. <<¡No es Iván Petrovich!>> , diréis al verlo. << Iván Petrovich no sonríe jamás. Es un hombre de aspecto importante y que habla fuerte. En cambio este mequetrefe ríe sin cesar y pía como un pajarito>>. Pero acercaos y reconocerás a Iván Petrovich.

<<¡Eh! ¡Eh!>>, pensaréis. 

Almas muertas


No hay comentarios:

Publicar un comentario